Seguramente que más que los partidos de la oposición ?que además recién comienzan a mostrar la cara? el último discurso de Germán Antelo, ante la Asamblea de la Cruceñidad, ha puesto los puntos sobre las íes, con manifiesta franqueza, en todo este laberinto político que se viene produciendo desde que asumió la presidencia Evo Morales. La exhortación es buena para que los bolivianos y los cruceños en particular no nos dejemos sorprender por un gobierno que habla sobre todo, sin ton ni son, pero que es incapaz de ejecutar nada. Lo único que puede ejecutar, porque no cuesta hacerlo desde el poder, es el atropello a la ley. Los bolivianos sabemos de autocracias y dictaduras. Sin que suene un tiro, sin que se vea a un solo militar en las calles ni aparezca un solo tanque, después de 24 años de democracia, el gobierno del MAS, que proclama ser la mayoría nacional teniendo la mitad de los votos emitidos en la última elección presi- dencial, está arrinconando a las minorías que tienen la otra mitad, con una actitud antidemocrática. Sucede entonces, como dice Antelo, que una mitad del país está tratando de someter a la otra mitad, en una pugna que no va a llevar a nada bueno y que, peor, puede acabar en un abierto enfrentamiento. La sombra del totalitarismo vuelve a mostrar su cara fea, pero esta vez embozado tras un disfraz populista y comunitario de difícil comprensión. Mala táctica es la de la mentira, el embozo, y la amenaza. Mala estrategia es que una mitad alentada desde el Palacio quiera ahogar a la otra. Pésimo precedente es, además, que se quiera burlar los compromisos asumidos, los acuerdos suscritos, las leyes establecidas. Los bolivianos estamos frente a una administración que no tiene credibilidad, porque la ha perdido en pocos meses. Y eso que sabemos muy bien que en las naciones de pobreza extrema como la nuestra, cuando no hay nada palpable que ofrecer al pueblo, lo único que queda en pie es que la gente guarde alguna esperanza de mejores días. Si hasta eso se pierde viene la decepción y luego se da paso a la insurgencia. Esto no es una novedad porque lo hemos visto en los últimos años. La Asamblea Constituyente, el régimen de autonomías departamentales, la religión, la educación, la producción, y hasta el medio ambiente, están bajo la amenaza constante de unos caudillos iletrados que han pasado de los sindicatos al Gabinete o a ser cabezas visibles en el Congreso o la Constituyente. Para más drama, el país ha dejado de tener una política exterior eficiente ?simplemente ha dejado de tener presencia internacional? porque la Cancillería ha sido desmantelada y los profesionales que han quedado en la vieja casa de la plaza Murillo viven bajo la amenaza de mandones esotéricos que provocan estupor entre nuestros vecinos. Lo que se quiere hacer con la Constituyente es muy peligroso ?lo ha dicho claramente Germán Antelo? cuando se pretende burlar la voluntad popular de la Ley de Convocatoria que definió que la aprobación del texto constitucional debe hacerse por 2/3 de sus miembros presentes. Querer cambiar eso de un plumazo es un atentado inadmisible. Y sucede algo similar con el Referéndum Vinculante sobre las autonomías, que, ahora, quieren aguarlo mediante chicanas también inaceptables. Pero lo terrible es la arremetida contra el sector productivo, porque eso es suicida. ?En la Bolivia de hoy quieren hacernos creer que el que produce es oligarca, explotador o gamonal?, afirmó el presidente el Comité Pro Santa Cruz. Arremeter contra quienes producen y trabajan es demencial, más todavía cuando la incapacidad gubernamental hace que el país pierda mercados cada día que pasa. Pero, además, con esa idea de ?colonizar? Santa Cruz, se corre el riesgo de avasallar áreas forestales, áreas protegidas y reservas ecológicas, lo que pone en riesgo todo el ecosistema regional. En más de medio año de gobierno masista ya no pueden decir que siguen aprendiendo. Ahora hay que preguntarse, más bien, hasta cuándo se quedan.
* Manfredo Kempff Suárez es escritor y diplomatico.
